En México datan de la época colonial, los aztecas tenían la creencia que durante el solsticio de invierno el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos, por lo tanto, cuarenta días antes de la fiesta compraban a un esclavo en buenas condiciones y lo vestían con los ropajes del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo lo purificaban lavándolo, luego salían con él a la ciudad mientras el esclavo iba cantando y bailando para ser reconocido como un dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. Ya en la noche lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien. Nueve días antes de la fiesta venían ante él dos "ancianos muy venerables del templo" y se humillaban ante el prisionero. Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna. Ese día en los templos se hacían grandes ceremonias dirigidas por los sacerdotes que incluían ritos y bailes sagrados representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él. A estos festejos decembrinos se unía las fiestas en honor a Huitzilopochtli y la cual duraba veinte días pues iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes, eran fiestas solemnes que estaban precedidas por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli. Para celebrar la gente colocaba banderas en los árboles frutales acto al que llamaban "levantamiento de banderas; en el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto. Los pobladores se congregaban en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno. El 24 de diciembre por la noche y 25 de diciembre había fiesta en todas las casas; se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada "tzoatl". Las fechas de este festejo conocido también como Panquetzaliztli coinciden con los festejos navideños en Europa. Con la llegada de los misioneros españoles y con el fin de evangelizar a los indígenas, hicieron coincidir algunos detalles de un culto y otro como el mes y los días pero también cambiando otros aspectos para darles un sentido cristiano. Se cree que gracias a Fray Diego de Soria el superior del convento de San Agustín de Acolman es que surgen las primeras posadas en el México colonial; cuando en 1587 le solicita autorización al Papa Sixto V para realizar en todas las iglesias de la Nueva España misas de aguinaldo entre el 16 y el 23 de diciembre. En estas Misas se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad, y para hacerlas más atractivas y amenas se les agregaron luces de bengala, cohetes, villancicos y posteriormente la piñata. Los misioneros agustinos convocaban al pueblo en el atrio de las iglesias y conventos, ahí rezaban una novena que se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, era
acompañada por cantos y representaciones basadas en el Evangelio. Posteriormente, en el siglo XVIII esas misas de aguinaldo fueron prohibidas por Carlos III y no fue hasta que el murió que se volvieron a celebrar pero de manera diferente, ahora ya no se llevaban a cabo en el atrio de las iglesias sino en los barrios y en las casas en las que también se representaban escenas del nacimiento de Jesús; había fuegos artificiales, cantos y luces haciéndose más populares y transformándose de acuerdo a la región. Nueve posadas, nueves meses de espera Tradicionalmente se llevan a cabo en nuestro país del 16 al 24 de Diciembre y cuyo tema central es el peregrinaje que la Sagrada Familia formada por José y María realizaron cuando ella estaba a punto de dar a luz a Jesús. En la búsqueda de un lugar donde alojarse y pasar la noche viene el término de "pedir posada" y también el nombre de la celebración. Asi también estos nueve días hacen alusión a los nueve meses de embarazo de María. Las posadas hoy Con tiempo se destina el lugar donde se hará cada posada adornando la calle y toda la colonia o barrio con hilos de heno y faroles. Generalmente al celebrar cada posada se acostumbra rezar el santo rosario luego se reparten velas y se prenden para cantar la letanía; posteriormente se pide posada para los peregrinos. Los invitados a esta celebración se dividen en dos grupos, el primero se queda en el interior de la casa y representará al posadero mientras que el otro desde afuera de la casa estará representando a los peregrinos. Entre ambos grupos cantan villancicos donde unos piden posada mientras otros la niegan; al cabo de unos cuantos versos los posaderos son convencidos de dar posada y dejan entrar a los peregrinos. Los peregrinos son figuras hechas de barro aunque en algunos lugares acostumbran representarlos con personajes en vivo, lo que le da más realce y emotividad. Una vez que se les permite la entrada a los peregrinos, con cantos de alegría comienzan a repartirse los ponches, tamales y por supuesto se rompe la piñata; finalmente se reparten las bolsas de dulces para los niños llamadas aguinaldos; todos contentos se van para esperar la siguiente posada. |